Nuestra compañera de latín, Mayte Martínez, nos ofrece este magnífico relato. Disfrutad de él.
LA VENGANZA DE ARACNE
Era
una mañana muy fría de invierno pero en un cielo del color de su estado de
ánimo se abría un claro por el que asomaban juguetones rayos de sol que lo
empujaron a calzarse unos deportivos, después de cambiar el pijama por el chándal
que ella le había regalado por su cumpleaños, antes de que saliera de su vida
como en estampida y dejara una estela de amargura y un poso agrio que lo
acompañaban, incluso, en las noches que coleccionaba botellines de cervezas y
vasos de ron en la barra del bar, para no sentir el frío de las sábanas y la
ausencia de su perfume.
Antes
de salir, como quien espanta de un manotazo una mosca, quiso ahuyentar la
tristeza con una dosis de ibuprofeno, y con los acordes de un grupo todavía
desconocido salió a la calle. No vio a nadie durante los siete minutos que le
costó llegar hasta la vereda que discurría paralela al río en el que se bañaba
de niño. Tomó el segundo desvío a la derecha, el que conducía a un encinar
donde los ruinosos restos de una ermita parecían jugar al escondite.
Hasta
que no estuvo muy cerca no la vio. Le impresionó la elegancia con la que
caminaba, parecía que flotaba sobre una cuerda, cual hábil funambulista,
atrayendo todas las miradas a sus formas sinuosas y seduciendo con sus largas y
frágiles piernas. Sus brazos se acompasaban al ritmo de sus caderas; sus
movimientos lentos y precisos le ensimismaron. Entonces pensó quién, si tuviera
ocho patas, dejaría de danzar eternamente contigo en este fortín que me
envuelve y que tejes con mis sueños.
Mayte Martínez
(Latín)
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